La semana de Manolo Santander (V)

por Gadi

Cuando Manolo Santander sacó en 1996 ‘Las viejas glorias’ no sabía que estaba iniciando otra etapa de gran éxito en su trayectoria carnavalesca. Con cambio de gran parte del grupo y de nuevo de la mano de José Manuel Prada, saca ‘Guasa cubana’, una chirigota con la que consigue un cuarto premio algo empañado por los acontecimientos. En ese año de 1997 se quedaron sin pasar a la final las chirigotas ‘Kadi city (ciudad sin ley)’, de Juan Carlos Aragón; ‘De plaza en plaza’, del Yuyu y Paco Rosado y ‘Sevilla tuvo que ser, miarma’, del Libi y el Sema. El público “la tomó” con la chirigota de Manolo Santander que, aunque había gustado mucho, no obtenía tan claramente el beneplácito del público como las anteriormente mencionadas.
Como anécdota, esta chirigota, con el tipo de músicos cubanos, llevaba en su disfraz unas mangas muy llamativas y voluminosas. Manolo Santander, fiel defensor del reciclaje para los tipos, las confeccionó con envoltorios de picos.

En 1998 se fue desde Cuba hasta Italia para llevar al Falla el tipo de mafioso italiano de la que él era el gran capo, Vito Calvironi. Desafiando el mal trago que le había hecho pasar la agrupación anterior, Manolo Santander usó el mismo chaleco que en ‘Guasa cubana’. Como detalle de arte, las armas que llevaban estos peligrosos mafiosos estaban hechas con embutidos y latas de conserva y algunos no llevaban chaquetas sino batas de andar por casa.
Si algo hay que destacar de esta chirigota es el antes y después que supondría en la vida de Santander, ya que dedicó un pasodoble a su equipo, al Cádiz C.F. sin saber que iba a convertirse en todo un himno del cadismo. Ese “me han dicho que el amarillo” lo inmortalizó para siempre en la memoria colectiva de los aficionados, aunque, curiosamente, fue el pasodoble menos puntuado por el jurado de chirigotas de aquel año.
Esta chirigota, en la que también rezaba como músico José Manuel Prada (no obstante, el propio Santander declaró no hace mucho que el pasodoble músicalmente es suyo y Prada solo le hizo unos arreglos) consiguió un cuarto premio que aún hoy se recuerda.

Me han dicho que el amarillo
está maldito pa los artistas
y ese color sin embargo
es gloria bendita para los cadistas.
Y aunque reciben a cambio
todo un calvario de decepciones
de amarillo de pintan la cara,
amarillos son sus corazones,
han dado sus vidas y sus gargantas
siguiendo donde haga falta
al Cádiz de sus amores.
Ratatatata ratatatata
benditos sean los que llenan de esperanza
ratatatata ratatatata
cada rincón, cada escalón de mi Carranza
sin importarles que nunca
vayan a ser campeones
han conseguido el respeto
de toda España por esos colores
por eso ¡Viva mi Cádiz!
¡Vivan los cadistas! ¡Vivan sus cojones!

En 1999 Manolo Santander ya se hace cargo de la autoría completa y viaja desde Italia hasta América para sacar ‘El Séptimo de Caballería’, estos soldados a caballo escaldados y con mala suerte llegaron hasta el Falla dejando una chirigota que consiguió gustar mucho pero que no consiguió estar en la final.

Estrenando un nuevo milenio, Manolo Santander decide dejarse de viajar y volver a la Viña para sacar ‘Los de Capuchino’ haciendo referencia al convento de Capuchinos que se encuentra en pleno campo del sur. Estos monjes contaban en su popurrí como van al Vaticano para hacer santo a Macarty, ya que les había tocado la lotería al pasarle el cupón por la joroba. Esta chirigota destacó por todo su repertorio siendo los pasodobles el plato fuerte. Cada una de las coplas estaba introducida por un sermón de Manolo Santander y su lectura del “Santo libreto de las pamplinas gaditanas” que terminaba con una copla antigua que enlazaba temáticamente con el pasodoble que iban a interpretar. Las letras cayeron todas de pie y ente ellas vamos a destacar el pasodoble que escribió a los hijos terminando con una crítica feroz a los padres que maltratan o abusan de sus hijos.

El día que es más bonito
es el día de los padres
porque al llegar a casa
me esperan mis hijos.
Bonito, bonito, bonito…
Un garabato en un papel
donde se puede leer
con unas letras nerviosas
“Qué te quiero, papaíto”,
un dibujo con cariño
que me ha hecho en el colegio.
Un abrazo con pasión
y dos besos de amor
que le salen desde adentro
que me pone el corazón
al cien por ciento.
Loco, loco, loquito, loquito, loco
qué orgulloso me siento de ser un padre
y que mis hijos griten al mundo entero
yo tengo un padre de los punteros.
Loco, loco, loquito, loquito, loco
pero existe la contradicción:
padres que maltrataron
y que a sus hijos violaron
si de esa forma disfrutan
esos no son padres son hijos de puta.

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