Como todos los domingos
mis dos hijos han venío
con mis nueras y mis nietos
a pasar juntos el día.
El más chico de los cuatro
hay que ver lo que ha crecío,
qué se parece el joío
a mi difunta María.
Hemos ido por el parque,
lo monté en los caballitos
y vimos por la Alameda
los barquitos navegar.
Yo ya ni me acordaba
de que hoy era San Servando
y, para celebrar mi santo,
me invitaron a almorzar.
Más tarde en casa de mi Consuelo
vi la foto de mi boda
y la más guapa de las novias.
Ay, cómo la echo de menos.
Los niños me dieron su regalito:
una bata para el invierno
y dos cintas de flamenco
y nos tomamos el cafelito.
Me acercaron con el coche
a la tercera edad,
casi me quedo dormío
por la felicidad
y entre besos me dijeron:
“Que descanses, papá,
hasta el próximo domingo”.
La enfermera, me comentó la enfermera:
“Vamos pa la cama ya
que hoy tampoco vendrán
ni sus hijos ni sus nietos”.
Ciérreme la habitación,
déjeme con la ilusión
de soñar con los cuervos,
de que sueñe con los cuervos.
Antonio Martínez Ares
‘La revolución’ – 2002