Si a mi ventana llegara tan bonita
y tan bonita y chica llegara sola,
lo mismo que a su madre le llaman Lola,
Lola la llamaría y para mi rubita.
Si a mi ventana llegara alguna tarde
y con sus ojos negros me iluminara,
me sobraría el mundo porque en su cara,
veo mi cara de niño, mi cara de padre.
Tu cuna y mi esperanza nunca seremos iguales,
pero fuiste a caer en mis brazos,
después de mis carnavales.
Agradezco en el alma el dolor de la que te pariera,
porque te miro a la cara,
y veo a la novia descalza de la primavera.
No es una niña cualquiera,
de cualquiera la más guapa.
Tiene el pelito como los rayos
del astro que manda el planeta a la vida,
y se ríe como una mujer
que no deja de ser
una niña en mis brazos.
Yo no sé qué le tendrán guardados,
los dioses profanos de su juventud,
ni quisiera verla acompañarme
porque ya a su padre le han puesto la cruz.
Su melena, pintaíta de verano,
quiero que sirva de coraje
y cuando muera, amigos míos, córtenla
pa que me amarren las manos.
Juan Carlos Aragón Becerra
‘Los americanos’ – 2003