Él era un gato común
y ella una gata muy bella,
de esas que al darle la luz
brilla igual que las estrellas.
Cada uno en su callejón,
cada uno en su tejado,
amarse se amaban los dos
pero estaban separados.
Entonces el gato pensó:
“si me agarrase a la luna
con el vaivén, qué sé yo,
iré con ella, no hay duda”.
El buen Romeo se lanzó,
cayó tendido en la tierra
y la gata, que vio muerto a su amor
se lanzó detrás igual que Julieta.
Con esta historia quiero hacerles ver
que a los gatos también
nos corre amor por las venas.
Antonio Martínez Ares
‘Con uñas y dientes’ – 1989