Preocupado de que mi niño
no comprendía por qué su padre
se marchaba todas las noches
con sus amigos para ensayar.
Decidí que ya era el momento
de que este loco podía explicarle
que comprendiera querer disfrutar
el arte que tiene Cai al cantar
un día de Carnaval.
Y vestío del mismo tipo que yo llevaba
en lo alto de mi carroza subí al chaval
y llegando a la esquina el Alhambra
yo le dije tú toca las palmas
que un tanguillo ya suena en la plaza,
no pierdas detalle que vas a soñar.
Mira donde quiera mira
que ya están cantando las tortillitas de camarones
y el compás que llevan los burgaíllos y los ostiones.
Observa que en los canastos de piconera están las quisquillas
que bailan con los erizos pa darle celos a las cañaíllas.
Y escuche esta maravilla a tu alrededor
arlequines y trovadores
que en sus carrozas ya están cantando
para oír el duende que tiene “ole”
que se le grita a los buenos tangos.
Y fue cuando mi chiquillo se me acercó
diciéndome muy bajito y con mucho arte:
“Ojalá tuviera ya veinte años
para sentirme tan gaditano
y estar tan loco como mi pare”.
Antonio Rivas Cabañas y Julio Pardo Merelo
‘Guanahaní’ – 1992