En el cielo hubo una estrella
que siempre y triste brillaba sola
que nunca tuvo un lucero
que acompañara su resplandor,
de tanto llorar de pena
cayó una noche en la Tierra
y a todas sus compañeras
este tanguillo así les cantó:
“He caído en una bahía
de agua quieta y color de plata
que me quita todas las penas
cuando contemplo en la madrugada.
Aquí escucho romper las olas
cansadas de tanto navegar
y aquí miro todas las tardes
a las más cercanas venir a pescar.
Aquí huele siempre a escollera,
aquí el aire sabe marisco
y me paso los días jugando
con los cangrejos y los erizos,
aquí me estoy volviendo loca
pero loquita de alegría
cuando escucho tocar las palmas
al compás del barrio Santa María
y me baño en una playa
que sabe a roca y que sabe a sal,
aquí la llaman Caleta,
también le dicen reina del mar
y cuando llega la noche
me voy pasando pa la Alameda
y en sus jardines brilla esta estrella
como allí arriba no fue capaz.
Levanto al fin la vista,
contemplo a todas en el firmamento
y yo os lo juro no siento celos,
que me quedo aquí en Cai,
yo nunca más subiré pa el cielo
y quedarse todas tranquilas
que yo os regalo to los luceros”.
José Marchena Domínguez y Fernando Migueles Santander
‘Titirimundi’ – 1992