De un relicario carmesí
y en un barrio greñúo y gitano
nacieron dos manos celestes
y un poeta grande y gaditano.
Forrao de alma y tulipán
y arropao por dos Puertas de Tierra,
le puso guirnaldas a los versos
con su pluma llena de sal inmensa.
Sí, el niño creció y a su pueblo dijo:
“nuestro Carnaval está prostituío”,
y así empezó a escribir.
Alba de Martín, fuerte de Villegas,
un peregrino más para la Caleta,
un Pedro de arlequín,
un Pedro de postín,
Romero como un Dios,
que huele a pasodoble y a pasión.
En una prisión
de San Juan de Dios,
subiendo hasta Santa María,
guarda en un cajón
todo un corazón
que se ha dejao un cuarto de vida,
Pedro, Pedro, Pedro.
Siempre en esta cárcel de colores,
como si fuera un veneno.
Tanto Carnaval, tanto pregonar,
si con sus lagrimillas piensa
¿de qué me sirven tantos premios?
Un poeta que sin ganas
se nos fue un día pa Chiclana
y dijo: está bueno lo bueno,
veinticinco años no son,
Dios mío, un premio.
Veinticinco soportando
los dolores y los quebrantos
por sus letras a la Tacita,
que Cai tenga en un pedestal,
tú caracola bendita.
Antonio Martínez Ares
‘Do re mi fasoleando’ – 1992