Aunque tenga la mente como un chiquillo
sueño todas las noches con ser mayor
para volar lo mismo que un pajarillo
con mi novia del brazo y con un pitillo
bajo esta luna clara que Dios creó.
Sueño con ser un hombre muy respetable
con un descapotable y una mansión,
con un trabajo noble, bueno y estable,
sueño con ser del mundo dueño y señor.
Hablando de esta forma yo con mi padre
en el momento justo supo cortarme
y así de esta manera me contestó:
“No tengas tanta prisa por ser un hombre
con más o menos nombre
y borra de tu mente, vida mía, tantas quimeras,
que el mundo en que vivimos sin que te asombres,
aunque llegues a ser hombre,
no es del color de rosas precisamente que tú te esperas,
porque yo he comprobado que en esta vida
sólo existen dos cosas que son verdad:
tu sonrisa de niño cuando me miras
y el beso que tu madre te suele dar.
Yo también quise
cuando era solamente un niño risueño
convertirme en un hombre con mucho empeño,
y ahora que soy mayor
y he conseguido mi sueño
daría lo que no tengo
por volver a ser pequeño”.
Juan Rivero Torrejón y José Manuel Prada Durán
‘Los santos inocentes’ – 1990