Son aromas de esta tierra
que despiertan los sentidos,
la fragancia de este Cai
de la luz y blanca cal,
recovecos milenarios
de romanos y fenicios,
de cañones en las esquinas
con sabor a bajamar.
Y cuando cruza por ese fuerte de Cortadura,
que huele a tropa y a la derrota de Napoleón,
va percibiendo las tapaeras de la locura
aires de historia y de troneras tostadas al sol.
Por el muelle y San Juan de Dios
huele a pimpi remolcaor,
a ese pescaíto de Soperanis y a buen reguera.
Alameda de Malecón,
Baluarte del Ostión,
oliendo a Bahía,
a iglesia del Carmen
hecha de encajes con escolleras.
La Caleta y el Campo el Sur
huelen a cangrejos
y a pescaores
debajo un cielo de dulce azul.
Por la calle Libertad,
a manteca colorá,
a churros y a Carnaval.
Aromas de claridad
se vienen a rebujar
con un poco de levante
en este Cai, Taza de Plata, Taza de sal.
Rafael Pastrana y José Ramón Zamora
‘Los últimos de Filipinas’ – 1998