500
Una marchanta algo caprichosa
quiso una tarde
que fuéramos a su chalet
para meterle dos cuartas de tubo
y repasarle
una raja del somier.
Hasta el martillo de bola me temblaba
cuando me dijo: “Ya puede usted empezar,
sin compromiso, que soy solterona
y necesito que sea buen oficial”.
Antes de echar el primer tiento
me trajo un litro coñac
para que echando el estaño
tuviera seguridad.
Y después de terminado
hasta propina me dio
y me lleve el tubo limpio
que hacía diez años tenía estiércol.
Juan García Muñoz
‘Los fontaneros’ – 1952