Yo tenía, una vida llena,
llena de salud y placer;
en vez de sangre, el dinero corría en mis venas
y en vez del suelo, el cielo colgaba a mis pies.
Una mujer por delante
y cien amantes detrás.
Una vida de oro y diamantes
pero nada, nada más.
Pero una noche escuché que cantaba la luna
una canción de las muchas que cantan aquí, ja,
y comprendí que era esa la ansiada fortuna
que tanto y tanto soñaba tener para mí.
Para vivir una farsa,
me quedo con el Carnaval
que cada año me da una comparsa
pero nada, nada más.
Y para qué quiero más;
si con esto soy ¡¡¡¡¡¡MILLONARIO!!!!!!
Oh, oh, oh, tírala
a la basura, menos la ternura, tírala.
Oh, tírala, la vida tuya, tírala.
Tú que vienes a tirar comida sin masticar,
camisas sin abrochar, zapatos sin caminar,
muñecas sin despeinar, trenes sin descarrilar,
guitarras sin desangrar y libros sin empezar.
Oh, oh, oh, tírala
a la basura, menos la ternura, tírala.
Oh, tírala, la vida tuya, tírala.
Y guardas en rincones de tu casa la amargura,
la moral, la compostura, una falsa educación,
una ridícula cordura, una vieja religión,
y todo eso que es auténtica basura
y que en el fondo de tu alma se te pudre y te supura,
y hace que te caduque el corazón
antes de que le den sepultura.
Oh, oh, oh, tírala
a la basura, menos la ternura, tírala.
Oh, tírala, la vida tuya, tírala.
Oh, oh, oh, tírala
a la basura, menos la ternura, tírala.
Oh, tírala, la vida tuya, tírala.
Oh, oh, oh, tírala
a la basura, menos la ternura, tírala.
Oh, tírala, la vida tuya, tírala.
Me enamoré de una mujer
que era tan pública y plebeya
que cada noche se peinaba
con los rayos de la luna
y entre lo oscuro de sus trenzas
amarraba, una a una,
las más lejanas estrellas.
Y era tan bella, tan vulgar,
tan asesina y tan caliente,
tan distinguida, tan urbana,
tan delincuente y tan culpable,
tan prostituta como yo,
tan cínica y tan miserable
que soportaba a la gente.
Tenía historias para regalar,
las que no caben en cien libros;
tenía la lluvia y la nevada
como única agua de baño;
tenía una edad tan consagrada
que sus eternos cumpleaños
los celebraba por siglos.
Olía a sangre y libertad
al levantarse de la siesta,
sus huesos eran de alquitrán
y sus pestañas de metales,
y era tan pura que al llegar
la noche de los carnavales,
se disfrazaba de fiesta.
Me enamoré hasta de las letras de su nombre,
quizás usted ya sepa la mujer que digo.
Quien se la cruza no la deja en el olvido,
aunque haya sido de la mano de otro hombre.
Con ella tengo el mundo entero en un detalle.
Por ella, amor y todo lo he dejado
permitan que se la presente, y encantado:
La calle.
Esto no es más una farsa,
un cuento de carnaval.
Ojalá fuera yo millonario
y pudiera escoger libremente a la luna
por lámpara única para mi casa.
Ojalá mis paredes tuvieran
en el techo millones de estrellas.
Ojalá que esto no se muriera
cuando acabara nuestra comparsa.
Pero como tanta gente
de este maldito país
estoy viendo que los millonarios
son más millonarios y que yo por vecina
tengo a la ruina en la puerta de enfrente.
Y llegado el momento presente
a la gente ya más no le queda:
O este pueblo enseña los dientes
o esta farsa será verdadera.
Y llegado el momento presente
a la gente ya más no le queda:
O este pueblo enseña los dientes
o esta farsa será verdadera.
Ya no hay nada más que decir,
solo me que queda irme a mi manera
y, como no tengo a nadie que me quiera,
po no me pienso despedir, jajaja.
Ya no hay nada más que decir,
solo me que queda irme a mi manera
y, como no tengo a nadie que me quiera,
po no me pienso despedir…
Ya no hay nada más que decir,
solo me que queda irme a mi manera
y, como no tengo a nadie que me quiera,
po no me pienso despedir… lalalala…
Juan Carlos Aragón
‘Los millonarios’ – 2015