Antonio Rico Segura nació el 28 de diciembre de 1942 y, como si de una inocentada se tratara el destino y un borrico quisieron que pasara a la historia con el nombre de Pedro. Desde pequeño sintió afición por los carnavales hasta que en 1962 decidió salir por primera vez cantando en carnaval con una comparsa. Esa agrupación fue ‘Fantasía de bandoleros’ que llevaba la letra y la música de Federico Rodríguez ‘El Cote’. Fueron primer premio provincial, ya que por aquellos años las agrupaciones de la provincia y las de la capital tenían premios distintos.
Al rasgueo de una guitarra
nos hizo a todos acordar
que una fiesta de alegría
celebraba esta ciudad.
Entre comparsas y coros
con pretil y serpentina
a esta gaditana
con su cante la ilumina
afrontando los peligros
que le añade su compás
a esta tierra yo he venido
a ofrecerte mi cantar
a ti, bella soñadora,
centinela de alta mar.
A ti, eterna primavera,
lo juro de corazón.
No digas que soy bandido
porque tú eres igual que yo
aunque en otras condiciones
si yo robo en los caudales
tú robas los corazones.
De esta manera comenzaba Pedro su andadura en este mundo del carnaval que lo ha hecho pasear su arte por toda España.
Al año siguiente consigue el segundo premio provincial de chirigotas con ‘Los maridos modelos’, de Federico Rodríguez y Manuel Camacho ‘el Chusco’.
En el año 1964 este último autor asume la autoría completa de la comparsa consiguiendo un primer premio provincial con ‘Los gañanes’.
En 1965, el año en que naciera “El vaporcito del Puerto” de Paco Alba y “Los Beatles de Cádiz” de Enrique Villegas, Pedro consigue un tercer premio con ‘Los amigos de la capa’ de Federico Rodríguez, ‘El Cote’.
Al año siguiente volvió a obtener un primer premio con la comparsa ‘Los gondoleros de Venecia’ del mismo autor. De esta agrupación destacamos el pasodoble dedicado a Chiclana por unas inundaciones que hubo. Esta copla la cantó Pedro de los Majaras junto al cuarteto Caballati.
Con el corazón transido
leímos aquella mañana
la inundación que ha tenido
ese pueblo de Chiclana.
A pesar de su desgracia
decían con emoción:
“aunque pasamos fatiga,
si nadie perdió la vida,
démosles gracias a Dios”.
Nadie les vieron llorar
aunque perdieron sus hogares,
en aquellos barrizales
trabajaban con afán.
Todos los que lo escuchaban
muy asombrados decían las gentes:
“ese pueblo de Chiclana,
el que he visto más valiente”.
Un niño con una pala,
quitando barro con gana,
a su madre le decía:
“no llores tú, madre mía,
y arriba siempre Chiclana”.