Son las ocho,
suena el despertador,
ya me pueden los nervios.
Miro al techo
me pregunto otra vez
porque siento este miedo.
“Venga hombre, sal ya de la cama
que es tu sepultura
ni los niños,
ni yo ni tus padres
tenemos la culpa.
No seas vago, te coges la ropa,
Te afeitas y te duchas
y aligera que son menos cuarto,
Dios mío, qué lucha”.
Y arrastrando
mi vida y mis pies
me levanto otro día,
me avergüenzo y me escondo llorando
cuando nadie me mira.
Voy bajando la escalera
na más verme se me parte el alma
con lo que yo he sido siempre
y es que voy como un fantasma
me persigno ya en la puerta,
respiro hondo
y salgo de casa.
Diez años de aquel día,
parece que lo viera,
parad las maquinarias
que hay asamblea
que esto se cierra,
que esto se cierra.
Diez años arrastrando
mi libertad perdía
que con cincuenta años
y sin estudios
ya no hay salida,
ya no hay salida.
Diez años y un encierro,
diez años que he perdió
vagando por las calles
como alma en pena
sin un destino.
Llego a mi casa y de nuevo
dejo en la mesa el almuerzo
y a mis hijos ni los beso
¿Qué es lo que te hice, dios mío,
pa merecer esto?
El día que cerraste las puertas de Delphi
debiste de abrirme las puertas del cielo.
Constantino Tovar Verdejo
‘El ángel de Cádiz’ – 2017