Como estamos en familia
y no hay ropa tendía,
bueno es que señalemos
las contradicciones de este carnaval.
Pues nos llega la estampa
de aquellas cabalgatas
que surcaban las calles
por el casco antiguo de nuestra ciudad.
Cabalgatas alegres,
sin tantísima silla
y pisaban juanetes
ya que carecían de comodidad.
Pero al menos el tipismo
así se conservaba
y pasando por la calle Ancha
no existía en el suelo un cristal.
Yendo hacia el Palillero
daba gusto pasear
entre las carrozas de coros
porque no pasaba na.
Y si aparece algún malaje
se evitaba la bronca con arte
terminando en la conviá.
Eran las bolitas de nieve
munición suficiente pa niños inocentes
tiraban valientes desde los balcones,
balcones abajo.
Y las preferimos mil veces
a que nos den en el coco un mal botellazo.
Había más ingenio, menos maldad,
a pesar que abundaban muchos tacas.
Sin embargo estos años,
las castas del demonio,
a ver quién pasa por San Antonio,
a las cuatro de la madrugá.
Miguel Villanueva y Pedro Gragera
‘Las coplas’ – 1985