Ay, son testigos mudos
de las estrellas del firmamento;
Son testigos mudos
que en azoteas son monumentos;
Torres miradores
que nuestra historia han contemplao;
miradores torres
tan importantes en siglos pasados.
Peculiares en edificios
esas torres eran indicio,
ay, de la burguesía.
Desde ellas los comerciantes
observaban al navegante
trayendo su mercancía.
Minaretes que vistos desde alta mar
le dan aire a Cádiz fino y colonial.
Son testigos de aquellos barcos
que llegaban de la Habana
y traían ron de caña,
la caoba y la guayaba
y observaron esa batalla
contra aquellos fanfarrones
y las bombas que sirvieron
para hacerse tirabuzones.
Son testigos de cómo tienden las gaditanas
su ropa blanca de añil y cal
y acarician el poniente
en noches donde el relente
regala besos de sal.
Ay, mis torres miradores
de aquellos tiempos mejores,
adornos de la Tacita,
reflejo cosmopolita
de un Cádiz que fue universal.
Rafael Pastrana y José Ramón Zamora
‘Los desoterraos’ – 2000