No hace ni un mes que el titular
del Juzgado número uno
ha sentenciao por lo social
a Navantia una vez más
porque las condiciones
laborales de otro obrero
se vieron despreciadas
a exigencias de unos pliegos
que atentan contra nuestra integridad.
Devora dinero,
jornadas dobles,
abuso y el miedo
arrodillaos a la precariedad.
Si hace ya cuarenta años
se nos mató porque el pulmón
se atiborraba de veneno
hoy son los plazos de entrega
los que pisan con su suela
los derechos del obrero.
Falta de homologaciones,
convenios traidores
y equipos de pega,
de horas extra por condena
y gente por temor a los testigos silenciás.
Ay, y así seguimos día y noche sin parar,
haya tormenta, frío, lluvia o tempestad,
anteponiéndose la rentabilidad
a que un hombre se caiga desde una grúa
o muera aplastao por alguna plancha,
que el comité y la dirección mira pa atrás
ante el abuso de una puta patronal
que encontró la panacea en subcontratas.
Qué pensarán de nosotros los viejos
que durante cincuenta años
clavaron sus dientes al gobierno
platándole cara al chantaje en las reconversiones
y dignificando los puestos con sangre y sudores.
Hay que romper el silencio,
dejarnos de indemnizaciones
y de llevarle flores a los muertos,
salgamos de nuevo a luchar con tornillos y tuercas
y que arda una vez más nuestra bahía
al grito de “Astilleros no se cierra”.
Jonathan Pérez Ginel
‘Los sacrificaos’ – 2024