En el parque de mi barrio
donde yo bajo a diario
pa llevar a mi niño chico
en un banquito sentao,
en su bastón apoyao,
está siempre un viejecito.
Yo me siento a su verita,
a un caramelo me invita
y se me pone a chalar.
Yo lo escucho atentamente
y a él se le ve de repente
la cara de felicidad.
Cuenta, él to las tardes me cuenta
aunque yo ya me lo sepa
que trabaja en el muelle
y qué penita que ya no puede
y lo guapa que era su Pepa.
Cuenta, él to las tardes me cuenta
que cargaba el Nazareno,
que salía en carnavales
solo a la calle
porque pa el Falla
no era tan bueno
Y cuenta que Pepa no está
que no tiene niños ni nietos
y no tiene con quién charlar,
que se siente solo esperando
a que llegue la hora
y tenga que marchar,
que se le está haciendo largo,
muy largo el final.
Qué penita de saber
que el progreso nos arrolla
como si fuera una ola
y cuánto más avanzamos
y más nos comunicamos
más gente se muere sola,
más gente se muere sola.
Iván Romero Castellón y Javier González Vázquez
‘Los revoleaos’ – 2023