Se fue directa al armario
después de apagar la radio
mientras se cogía un roete
y rebuscó en sus trapitos
una toca que Juanito
le compró en el treinta y siete.
“Abuelo cuide a los niños
que yo bajo un momentito
pues me acabo de acordar,
se me ha ido el santo al cielo,
voy por el racionamiento
que tenemos que almorzar”.
Pensaba en la leche en polvo y en la poleá
y que este jueves era Corpus y sin estrenar
Sabía que en san Severiano hubo una explosión
y que los niños en el muelle cargaban carbón.
Ay, que eran seis chiquillos en su casa
tos durmiendo en un colchón
y que a golpes de lebrillo
se fue su revolución,
que al marío lo mataron
en la plaza por cantar
“Ay Carmela, ay Carmela
por mi Cai no pasarán”.
Olía a café con leche
Cai estaba amaneciendo
Volvió a coger su toquilla.
Había sío una pesadilla
de las que te quitan el sueño.
Antonio Martínez Ares
‘La trinchera’ – 1996