Se dormía el bosque
sin saber que un ogro
le teñía el cielo de un color gris cruel
qué cobarde el hombre
que invocó al demonio de lengua de fuego
que un incendio es.
Nos despertaron las virutas de sus llamas
en la piel
y con sus sábanas de humo te asfixiaba
y del paisaje que aún tenía su esplendor
vi como el fuego interminable lo arrasó,
como un dragón llegó al peldaño de mi sombra
y me cantó.
Me consumía su voz
su caliente melodía me decía
ve olvidándote que un árbol fuiste un día,
de rama en rama saltó
cabalgando por mi tronco su resina
calcinando los rincones de mi vida, ay.
Me pregunté
mi lenta agonía
¿Quién quiso este mal?
¿Quién quiso este llanto?
¿Quién quiso matar?
¿Quién quiso que el bosque fuese un cementerio?
Maldito loco de atar
que a la madre tierra
prendiste el miedo
maldigo tu alma de hombre perverso
si a hierro matas, morirás a hierro
y ardiendo te verás hijo de puta
en el infierno.
Constantino Tovar
‘Las estaciones’ 2004