Cuando escucho a los mayores de la fiesta
opinar y criticar sobre los nuevos
muchas veces me ha vencido la soberbia
reaccionando solamente con desprecio.
El orgullo me ha cegado tontamente
con desplantes de sobrado y altanero,
para qué me iba a parar,
lo que digan me da igual,
si el concurso me sonríe
para qué iba yo a escuchar
lo que me comenten cuatro viejos.
Por suerte cuando va pasando el tiempo
maduras con la inercia de los años,
descubres la importancia del respeto
a aquellos que a esta fiesta se entregaron.
Quizá no esté de acuerdo en lo que digan,
quizá puede que piense lo contrario,
pero han ganado a pulso con sus vidas
que al menos nos paremos a escucharlos.
Por eso a los que empiezan
yo les recomiendo que no caigan en la trampa
por más que los premios
te agasajen con su esencia
y también el ego anule tu alma.
Por más que cuatro frikis te idolatren
te veneren y te exalten
como a un dios que nunca falla
no dejes de escuchar a los que antes
se entregaron en las tablas,
que aprendieron en las guerras
de Martín y de Villegas, de Fletilla,
de Fletilla y Paco Alba.
* * *
Luis Manuel Rivero Ramos
Los carroñeros, 2012