Ni Dios padre ni el diablo ni el dinero,
en el mundo sólo manda,
implacable emperador del bandolero,
el verdugo justiciero,
el más viejo y el más joven,
y que nunca me lo roben
que no tengo más que a él.
En el mundo manda el Tiempo
que es el único inmortal
que va poniendo en cada espacio cada cosa,
el que todo lo destroza
o convierte en realidad.
El sueño de cada hombre
siempre ha sido detenerlo
pero nadie sabe dónde
detenerlo de verdad.
Y por eso vida mía
yo jamás lo detendría
porque nunca la alegría
dura un día sin dolor
ni dura nunca el amor
y si dura se marchita
ni las noches más bonitas
duran un amanecer,
ni durará un amanecer
en la escollera en Cortadura
más de lo que tardas las noches
en volvernos a traer
a la luna.
Y por eso vida mía
yo jamás lo detendría.
Aunque tal vez
si yo pudiera en un instante
detener y hacer con él la eternidad,
darían el último tic tac
las manecillas del reloj
cuando crearon los malditos mandamientos
contra los que mil pecados
juntos hemos cometío,
y que si dos corazones se van al infierno
que sean el tuyo y el mío.
Juan Carlos Aragón Becerra
‘Los príncipes’ – 2011