Las letras más amables siempre estuvieron dedicadas a trabajadores de esta casa cuya profesionalidad había calado honda en el corazón del gaditano. El fallecimiento de Bartolomé Llompart ocupó muchas coplas del Carnaval en 1984. Quizás la más recordada fue la cuarteta del popurrí de la comparsa “Quince piedras”, de Enrique Villegas. Su director, Antonio “Alemania”, realizaba un recitado en el que se cantaban algunas virtudes del desaparecido informador: “Escritor de fácil pluma, ágil profunda y salada, ameno conferenciante, hombre bueno y tolerante, una mezcla de figura y de gracia gaditana”. La agrupación rompía entonces por alegrías: “Está llorando Manué, a la puerta del Diario, porque ha perdido a su amigo, su amigo Bartolomé”. Manué era el personaje imaginario protagonista de muchos de los artículos de Llompart. También Antonio Martín, en sus “Andaluces por el mundo”, se dirigía a Manué: “Vaguemos por la ciudad dejándonos llevar en su inmenso inventario. No llores Manué, ten el consuelo que si es verdad que hay un cielo tu amigo Llompart ya estará en su Diario”.
El entrañable Juan Martínez Neto “Juman” recibió homenajes carnavalescos en vida y después de su muerte. El fotógrafo iba a recibir en 1986 la Medalla al Trabajo. “Los cubatas” recordaban la facilidad de Juan para patearse Cádiz: “…se recorre to Cádiz con una velocidad de espanto, yo no he visto en mi vía ningún fotógrafo que ande tanto. Pa darle la medalla va a ser difícil encontrar un ministro, porque tendrá que correr más que Rafael el Bizco”. En forma de piropo, Martín en “Los trotamúsicos” (1992) le dijo: “Si su cámara colgó con la cruel jubilación y no gasta más zapatos, hoy enciendo yo este flash con la luz de su bondad y al buen Juman lo retrato….”.
Joaquín Quiñones hizo lo propio en 1990 con su comparsa “Missisipi Club”, rematando un pasodoble con una rotunda afirmación: “…que sepan en el mundo entero que aquí no entró el fanfarrón porque no estaba allí Juman pa hacerle una foto a Napoleón”.
De todas formas, antes del boom de los medios de comunicación, lo que contaba el Diario era motivo de comentario en toda la ciudad. Los autores andaban atentos a todo lo publicado para sacarle la punta necesaria. Basta decir que copleros de renombre como el desaparecido Antonio Torres guardaban los recortes de las noticias que más le interesaban entre un febrero y otro. Una cosa era servirse del Diario para sorprender con una copla y otra referirse directamente al rotativo. Con su simpatía característica, la chirigota del Love y compañía, “Terror terrorífico en la casa del horror horroroso” (1987) dedicó al Diario un pasodoble en el que al final del mismo, aunque valoraba que sirviera para envolver (bocadillos o herramientas, puede usted escoger) lamentaba que su tinta no fuera buena “porque despinta una jartá”. No faltaron los toques al Diario tamaño sábana y a la lucha de los lectores para dominarlo y pasar sus páginas. El coro de Puerto Real “Hay moros en la costa” (1984), en un tango dedicado al levante finalizaban así la copla: “…con este viento no hay quien lea en la calle ese peazo Diario de Cai”.
Uno de los temas más tratados en el Carnaval 83 fue la carta al director de una tal Margarita Gutiérrez que ponía a Cádiz de vuelta y media después de veranear en La Tacita. La repercusión fue tal que incluso salieron agrupaciones dedicadas a tan convulsa misiva, como el cuarteto “Margarita Gutiérrez y los del pañuelo verde”. A dicha señora le devolvieron los “piropos” en forma de pasodobles y cuplés.
Hasta el presente siglo y desde su creación en 1985, las críticas al jurado diario han sido constantes. Otras letras han sido más críticas y directas, aunque ahora es cierto que se reparten más los rapapolvos por aquello de la diversidad de medios de comunicación.