Nunca supe hasta estos momentos
lo grande que era una madre leal
y el calor de su tierno cariño
hasta que nos falta se puede apreciar.
Pero al verme fuera de sus brazos
un miedo terrible de mí se adueñó
y abrazado lloré como un niño
dándole en su frente el beso de adiós.
Pero ahora
que yo no puedo tenerla a mi lao
es cuando
yo me doy cuenta lo mal que he obrao.
Por esto
todos de mozos debemos de recordar
que madre no hay más que una,
que cuando falte otra no habrá
quien te quiera como ella
y que su vida diera
por tu felicidad.
Eduardo Delgado
‘Los nuevos reclutas’ – 1960