–¿Qué hace todo un símbolo de Santa María viviendo en Cortadura?
-Llegó un momento en el que estaba cansado de Santa María porque el barrio estaba atravesando una crisis económica y social. Me vine a Cortadura como una huida hacia adelante. Como hombre de letras, donde veo la salsa de las vivencias en el casco antiguo. Los barrios populares son la bohemia. Esto es muy apartado para un hombre como yo. Me está pesando y cada día que pasa estoy más aburrido y la soledad se ensancha cada vez más.
–¿La bohemia es algo buscado o la vida te empuja a ella?
-Bohemio se nace. El bohemio es persona de mucha sensibilidad y le importa muy poco lo material. Yo seré bohemio hasta que me muera.
–¿De qué vive Pedro Romero?
-De una corta paga y de la ayuda de mi familia. Entre eso y los pequeños picotazos de colaboraciones literarias, voy llenando poco a poco la cesta. Al menos la veo por la mitad. No soy tan egoísta para tenerla llena todos los días. Si estuviera llena, la mitad la hubiera repartido entre los necesitados. En este estado de bienestar social se está atendiendo más al brillo que a lo que no se ve. María Arteaga y Valvanuz llenos. Problemas que están ahí pero se está disimulando. Yo estoy inmerso en el problema, aunque no tan mal como lo están otros.
–¿Es cierto que dejó un puesto fijo en el muelle para irse de gira con “Los maniseros”?
-No, no era fijo. Mi bohemia me ha arrollado en el camino porque tuve dos ocasiones, en Madrid y Valencia, para dedicarme profesionalmente al espectáculo o a la creación literaria. No aproveché las oportunidades. Y de eso me lamento.
–Quizás le haya faltado continuidad en el Carnaval tras sus dos grandes ciclos, con los grupos de “Nuestra Andalucía” y “Con gancho”.
-Me costaba trabajo hacer un grupo nuevo conforme me hacía más mayor. Me he confundido un poco al salir por salir. Me costaba entender que al Falla ya no sólo hay que llevar mucho envoltorio. No me acostumbro al marketing de las comparsas de hoy día, con los guapos en la fila de delante.
–¿Qué echa de menos en la comparsa de hoy en día?
-O se ha modernizado equívocamente o se ha salido de la línea maestra, buscando como refugio la presentación, el maquillaje, el tipo y todas esas cosas que llaman la atención en ausencia de un buen repertorio. Ahora se habla mucho de afinación, que es sacar cuarenta voces agudas por todos lados.
–¿Quién es el Pedro Romero de hoy?
-Está Juan Carlos Aragón, un hombre contestatario. Hay otros que también son rebeldes. Pero la rebeldía de los de mi época era constante. No decir este año “digo” y al otro “diego”. La lucha del carnaval es la de los que no tienen voz, una vez al año, en contra de los poderes establecidos. Ahora no, porque escriben algunos que en su casa les espera su parienta con una tortillita. ¿A quién le importa eso?
–Para escribir “Nuestra Andalucía” en 1977 había que tener cierto valor…
-Y tanto. Los de Fuerza Nueva me pintaron la puerta de mi casa y mientras cantaba mi comparsa en el Mister Pibody, en la puerta quisieron pegarme. En la Alameda me dijeron que me iban a tirar al agua. Conocía a uno de ellos, de Santa María. Le dije que no tenía vergüenza por defender esa ideología de ultraderecha viviendo en un barrio pobre.
–¿Se sintió vigilado con esa comparsa?
-Me sentí arropado por el pueblo, y nada por las autoridades. Aún no me han dado las gracias por poner un granito de arena reclamando autonomía propia. Escribí sin miedo. La izquierda nunca me agradeció aquello.
–¿Cómo ve a Andalucía 30 años después?
-No es lo que yo pensaba en “Nuestra Andalucía” ni lo que queríamos muchos andaluces. Seguimos con el traje de luces y luchando por tener plazas de toros, cuando tenemos limosnas de paro, las pensiones más bajas de España y los jubilados no llegan a fin de mes. Mientras, los brillos de los dirigentes se pasean por toda España.
–¿Se siente un poeta olvidado?
-Escribí valientemente en un momento trascendental y pensé que estaría más compensado.