Para qué quieres princesa mía el alma
como una virgen, limpia y libre de pecaos,
si los besos más bonitos que se guardan
son los que se han robao.
Qué pobre diablo te contó la gran mentira
de que el dinero no da jamás la felicidad,
quien te lo contó, qué diablo más pobre sería
o qué poco te quería dar.
Tú no resistas la tentación,
no, no, no, no,
y no le temas a Dios,
que conmigo no puede.
Y como no hay piedras en el cielo
sobre la tierra no podrán caer,
sobre la tierra no hay más que dolores y miedo
a ganar y a vivir, a morir y a perder.
El bien es tan aburrido
que hasta los buenos
parecen tontos del to.
El mal es más divertido,
por eso en el mundo
el único príncipe soy yo.
El bien es lo que te enseñaron
para ser un esclavo al servicio de los demás.
El mal te sale del alma
y es la manera más humana
de sentir la libertad.
El mal resiste derrotas.
Ni el amor lo puede parar.
El mal no pasa de moda.
El mal no tiene final.
El mal se asoma y se esconde
y se disfraza de bien.
El mal es la obra del hombre,
porque no hay demonio más grande que él.
No resistas la tentación,
no, no, no, no,
y no le temas a Dios,
que conmigo no puede.
De tanto como me han dicho
que soy el demonio
me he convertido de pronto
en el Príncipe del Mal
y me he vestido de fiesta
para llamar a tu puerta
por carnaval,
para llamar a tu puerta
por carnaval.
Juan Carlos Aragón Becerra
‘Los príncipes’ – 2011