En el primer día
en que el primer hombre
dijera la primera palabra,
ese primer día
los dioses temblaron
presintiendo que algo terminaba.
La palabra tiene el don
de enseñar y de engañar,
lo mismo te hace rabiar
que enamorar.
La palabra tiene el poder
de perdurar y perdurar
por los siglos de los siglos.
La palabra es la lucidez
y es por eso que hace temblar
a coronas, religiones y gobiernos.
Y es por eso que siempre
donde hay poder existe el temor
a un derecho tan simple
como es a la libertad de expresión,
por más que mueran periodistas
en absurdas guerras
que los arresten o los expulsen
de sus fronteras.
Podrán ser dueños del planeta,
del oro y del petróleo
pero pa su desgracia
no podrán ser nunca,
nunca podrán ser
dueños de las palabras.
Cecilio Gamaza Hinojo y José Miguel Olmo Llamas
‘A sangre fría’ – 2011