Como sabemos que tanto gustó
lo que contamos el año anterior
ahora mismito, por pasar el rato,
le entretendremos con otro relato.
Casos y cosas que suelen pasar
dentro de la Seguridad Social
a los que no vemos más soluciones
que allí tenemos que ir por recetas.
Muy tempranito cogí mi carné
llegué al ambulatorio a las ocho y diez
menos mal que mi primo
trabaja allí mismo
y pudo sacarme el sesenta y tres.
Sentado en la sala pude escuchar
ese gran concierto que allí te dan
ay, la vesícula, ay el riñón,
los bronquios, las varices y la tensión.
Y como mi médico es puntual
solo cuatro horas tardó en llegar
pero es tan bueno que pasa la consulta
en diez minutos, hijo de Fleming,
él ni te mira ni te hace una pregunta
qué hombre tan listo, qué peazo de doctor.
Doctor, doctor, míreme usted
desde hace un mes no veo bien
fíjese usted que tengo que leer
con dos tazones de Duralex.
Estoy segúrico que sus pupílicas
tienen toállicas de Portugálica (y un camisón)
y obserático por la pantállica
los chicharrónicos de la matáncica (y un salchichón)
con el volántico del inspectórico
vaya corriéndico pa la analítica.
Y en el analista pude comprobar
que yo estaba en estado,
Jesús, qué barbaridad
que no protestara me dijo el gachó
a ver si arbortaba con el sofocón.
Al de la orina no voy más
porque se equivoca una hartá,
al de la orina no voy más
porque se equivoca una hartá.
Y volví otra vez a mi médico, yes.
Y volví otra vez a mi médico, yes.
Cuando hablaba, yes,
yo de nada me enteraba, oh yes.
En la meádica no tiene nádica
tan solo résticos de vino fínico (del garrafón)
tome el jarábico pal golondrínico
y esta pastíllica para los cállicos (piramidol)
Los pases públicos por la inyecciónica
supositóricos de momentólico.
Y desde entonces no quiero ni acordarme,
y desde entonces no quiero ni acordarme
de Vargas Ponce.
Para ir a la Farmacia
hasta las botas empeñé
y la paga extraordinaria
enterita me gasté
qué dineral, qué dineral
peor es el remedio que la enfermedad.
Ay, no sé lo que me mandó
pero a mí como un tiro me cayó
qué dolor, qué dolor
tan malito me sentí
que en la caja ya me vi.
No había sitio en la Residencia
nadie se lo puede creer
y quién sabe por qué chanchullo
fui llevado a San Rafael.
Siete enfermos en cada alcoba
más visitas que un Belén
allí nunca se ve una escoba
y en el caldo no hay ni Avecrem
siempre está en obras,
vaya por Dios,
hay más escombros que en la explosión
muchos enfermos se van al cine
ay, madre mía, qué descontrol.
Socorro, qué horror,
me lleva el celador
en la camilla de operar
y ya no me puedo escapar.
Me rajaron y como anestesia
me puso un gallego los pies en la nariz
y al coserme me dejaron dentro
hasta un bisturí.
Estos médicos no dan nunca con la tecla
habrá que darles un buen repaso
porque luego ya ve usted
saben tratarnos muy bien
si son de pago.
Esto tiene que cambiar
ya está bien de aguantar
tantos descaros.
Estos médicos no dan…
Por los ojos fui al Seguro
ojú, qué moral
por poquito pierdo el de en medio
yo ya no voy más.
Si ahora ves tantos gatos
por el Cementerio
no se extrañe usted
no es ningún misterio
somos estos cegatos
que como remedio
le llevamos flores
a don Rosendo.
Ya vamos a cortar
porque el Seguro
es el viejo cuento
que nunca se acaba.
Y ya nos marchamos, despacito
no veo un duro, cuidaíto
pero antes de irnos prometemos
que el año que viene ya veremos.
Y ya nos marchamos, despacito
no veo un duro, cuidaíto
que nadie se enfade si tropiezo
y le pongo el rabo en to el lío.
Paco Rosado, Emilio Rosado, José Manuel Gómez y Juan Romero
‘Los cegatos con botas’ – 1983