Aquél día amaneció igual que amanecen los grandes días,
la nueva Constitución casi toa la peña la aprobaría,
azules, verdes y rojos, todos pringando por este pueblo
sin saber qué pasaría pero al carajo se iban cuarenta años de miedo.
En aquél mil novecientos setenta y ocho
España aprendía que nunca se iba a callar
y a la maldita censura fuimos matando
y mi menda alucinando, por fin podría votar.
La Pepa, la Pepa, la Pepa no era,
era la nueva bandera que traía libertad,
la Pepa, la Pepa, la Pepa fue aquí la primera
pero la de ahora es mi emblema y la voy a luchar.
Aquél día amaneció y lo primero que hice es coger un cigarro,
cigarro pa respirar la oportunidad que me estaban dando.
Tenía ya treinta y tantos, siempre parao y sin más salida
pero aquella ley decía que pa mí había otra vida y aquella ley iba a misa.
Mi ley, mi constitución, mi nuevo evangelio,
mi ley, la de la justicia y de la igualdad,
ya ni un puto gobernante tendría huevos
de robarme mis derechos, de no dejarme volar.
La Pepa, la Pepa, la Pepa no era,
pero yo daba por ella lo que tuviera que dar,
la Pepa, la Pepa, la Pepa nos marcó el camino
pero que somos los hijos de esta libertad.
Los hijos, los hijos, los hijos de la democracia,
esos que exigen su casa, su trabajo y dignidad,
los hijos, los hijos, los hijos del setenta y ocho,
esos que saben que todo tiene que cambiar,
tiene que cambiar.
Francisco Javier y Manuel Sevilla Pecci
Los hijos del 78, 2012