Dicen que los muñecos
guardan como un secreto
sus sentimientos, sus sentimientos;
que siempre están dispuestos a jugar
aunque a veces la pena
la lleven dentro, la lleven dentro;
un abrazo sincero
del niño que los cuida
cuando lo siente lo hace
ya su muñeco toda la vida.
Nunca se deben abandonar
ni tirarlo en un rincón.
El que piense que los muñecos no sienten nada,
que son figuras inanimadas
es que no tiene imaginación
y si no, mire usted,
un muñeco con un chiquillo
cómo se entiende y habla con él.
Con quien no se puede nunca conversar
ni tener una amistad
es con una metralleta,
las espadas, las pistolas y el cañón
y esos juguetes que son para jugar a las guerras.
El muñeco que dejaste sin razón
olvidado en el trastero
va diciendo: “compañero, mírame,
nunca te olvides de mí,
que tú sabes que te quiero.
Vuelve a darme la vida con tu ilusión,
a mí no me partas el corazón
que quiero que estemos juntos
sin separarnos los dos jugando
si no me muero, si no me muero.
Antonio Miranda y Antonio Martín
‘El chichibolo’ – 1996