Cállate,
guarda tu condena en tu viejo convento
y deja los tiempos seguir adelante.
Cállate,
cállate y procura que Dios te perdone
que precisamente tú de maricones
has sabido bastante.
Quien en nombre de Dios condene al amor
en la forma que sea
ojalá que se las vea
en el juicio final
quien condene a dos personas por un matrimonio
tal vez sea un ministro pero del demonio.
Y quienes condenen
que un huerfanito tenga dos padres
tenga dos madres pero que tenga
mejor que no recuerde que dentro de la Iglesia
nacían, morían, los escondían, los enterraban
y levantaban orfelinatos
para los que quedaban y pagaban el pato.
Cállate, guarda tu palabra en tu viejo convento
y deja que el tiempo camine deprisa
que entre santas misas, palos y palizas
y otras violaciones de niños y grandes
tienes las manos llenas llenitas de sangre
y quien de sangre se llena
su alma se envenena
y se debe callar, a callar, a callar
y deja ya a la gente
distinta y valiente
amando a su manera, amando a su manera.
Juan Carlos Aragón Becerra
‘El golfo de Cádiz’ – 2005