Conozco unos profesores
por sus niños medio locos
y ponen en sus lecciones
el corazón que no es poco.
En clase multiplican
la sonrisa y el afecto
por eso sus alumnos
siempre se muestran atentos
son maestros de base
de auténtica vocación
con paciencia y cariño
que requiere el niño en cada ocasión.
No son doctores de magisterio
pero derrochan trabajo e ingenio
entre sus textos no está Cervantes
pero lo suplen con cuplés de Cañamaque.
A todos esos maestros
que a los niños le enseñan los tangos
dando vida a las carrozas
otros ciento veinticinco años
el que se sienta corista
debe darles un aplauso
y no mirarse el ombligo
porque toa esa gente es la que está sembrando
pa que en el siglo presente
suene por siempre
resplandeciente
la magia viva
de nuestro tango.
Francisco Martínez Mora
‘El tango se escribe con tiza’ – 2019