Como una enamorá,
nerviosa con la hora
ella está allí sentá,
frente a la balaustrá
partiendo a miajoncitos el pan
mientras no llega su paloma.
Su negro pañolón,
cansao de vivir,
acurruca su alma
y se enreda en el jardín.
Los pliegues de su piel
Dios sabe la verdad que encierran
y en esa soledad
esperar la desespera.
ay, ¿Paloma, dónde estás?
Ven a sus manos a comer
que ya no tiene a nadie
a quien ponerle el plato.
Ven que te quiere sentir
cual niña en su regazo.
Ven zurcando libertad
que ya no tiene a nadie
con quien compartir sus miedos.
Ven a tu cita en la tarde
que se la comen los celos.
Con noventa primaveras,
un roete blanco la guapeaba.
Mientras sus ojos lagrimeaban
dos alianzas le recordaban
aquel romance de adolescencia
donde escuchó su primer “Te quiero”.
En su hamaca se durmió
una mañana de abril
y anudao en su pañuelo
tenía la excusa pa ser feliz.
Ay, Dios, por qué no le pusiste alas
si aquí nadie la lloraría
que ella quiso sentirse paloma
pa no estar tan sola
en su pena escondía.
Joaquín Quiñones Madera y José Martínez González
‘Noche de Falla’ – 1994