Y eras tan guapa y tan niña,
y yo tan golfo que a ti
al oído te cantaba
y cuanto más te sentía,
pues más bonitas y sencillas
mis canciones me rimaban.
Y entendí que las musas
no eran diosas divinas,
ni ninfas de cuento,
que aquella noche tus celos
me hicieron ver que las musas
eran de carne y de hueso.
Y mi pasión de poeta
con tu pasión despertaste
de noche en tu casapuerta,
que no se enteren tus padres.
Y en la esquinita de enfrente,
donde nadie nos veía,
nos subía hasta la fiebre,
y entre ruegos y caricias,
y entre el sudor y la saliva.
Y tal como te dejaba
pa mi barrio me volvía,
y como si fuese magia
mil canciones me nacían
y mi comparsa te hacía.
Y desde entonces, fiel compañera,
tanto ha llovido ya, amiga mía,
tanto inspiraste a este juntaletras
que te la debía.
Y cuando algunos te dicen musa,
si ya estás harta de tanta comparsa
y de toda esa lucha,
yo me río de todos ellos
Si supieran esos necios
que la culpa es solo tuya.
Constantino Tovar Verdejo
‘La canción de Cádiz’ – 2014