Firmes en mi azotea,
mi cuartel y mi atalaya,
regimiento de gallos
listos para la batalla.
Mi estandarte es el tango,
mi armamento aquí es la voz,
la bandurria y guitarra
mi arsenal de munición
y así gano la guerra y le gano a Cai
y a toa mi gente en el cañón.
Lo bonito que era
ver despertarse cada mañana
ese Cádiz que olía
a trabajadores y a buen café
cuando con mucha alegría
daba buenos días
la guapa mujer
porque pa tabacalera
temprano iba ella
acompañá del amanecer.
Cai, de los Astilleros,
desde el dique seco
y el muelle pesquero.
Ese Cádiz de sirenas,
de buques remolcaores,
un Cádiz que amanecía
to llenito de ilusiones.
Ya tan solo quedan las ilusiones que siente un padre
en el seis de enero
de ver la carita de su chiquillo por la mañana
con sus caramelos
y sentir a su niña con su muñeca
ay, ay, y al niño con el balón.
Pero sin trabajo estamos viendo
que muchos el seis de enero
han perdido la ilusión
y solo les queda que los reyes
por un día existieran
pa pedirle por sus hijos
el salir de esta condena
que esta tierra de miseria,
mangantes y sinvergüenzas
no la salva ya ni Dios,
no la salva ya ni Dios.
Rafael Pastrana Guillén
‘El amanecer’ – 2012