Qué raro que María no ha venido
a traer la comida como cada mañana
lo hace desde hace muchos años
y como cada día ella nunca nos falla.
El hombre que más quiso en este mundo
se marchó y María se quedaba tan triste.
Y entre los gatos buscó compañía
y así se le hizo más corta la vida,
los días también fueron más felices.
Y mil aventuras contó
mientras nos daba de comer
y en ella yo vi un corazón
roto por el amor de una pobre mujer.
Y sus hijos se casaron
y de casa marcharon
y la pobre María
triste y sola se quedaba
y nos contaba llorando
que le ha querido tanto
que hasta sus propios hijos
como a un perro abandonada.
Ya sé que soy una anciana
y que ando más despacito
y rezo casa mañana
volver a abrazar a mis niños
que ya a mí me importa poco
de que me llamen estrobo
yo les quiero y son mis hijos.
Juan Fernández Domínguez
‘Gatos: la revolución de los felinos’ – 2005