Cuando este teatro
se queda vacío
salgo de mi escondite
como siempre ha sío
y rebusco y rubesco
entre sus bambalinas
pa coger las cositas
que aquí con los nervios
la gente se olvida.
Y poquito a poquito
cojo to lo que veo,
y poquito a poquito
ya tengo un museo.
Cuando este teatro
se queda vacío
voy al patio butacas
como siempre ha sío.
Porque las noches allí
nunca tienen desperdicio,
me revuelco en su alfombra
y me paso las horas
contemplando el paraíso.
Cuando el teatro
se queda vacío
es cuando siento
que es mío.
Se mueven y aparecen por tos laos
unos duendes mu traviesos y descaraos
del color de sus cortinas,
su telón, para andar camuflaos,
del color de sus ladrillos,
sus ladrillos coloraos.
Cuando este teatro
se queda vacío
y pienso en mi amada
siento escalofríos.
Me siento en sus ventanales
y mirando las estrellas
echo de menos sus besos
y recuerdo las noches
que he pasao junto a ella.
Cuando el teatro
se queda vacío
es cuando siento
que es mío.
Se mueven y aparecen por tos laos
unos duendes mu traviesos y descaraos
del color de sus cortinas,
su telón, para andar camuflaos,
del color de sus ladrillos,
sus ladrillos coloraos.
Y coloraos,
porque en Cádiz
lo rojo es colorao,
aún sigo aquí escondío
y apalancao,
imagino la de secreto
que hemos guardao,
pa poner a más de uno colorao.
El teatro tiene vida,
el teatro ha despertao
y lo habitan unos duendes…
¡los duendes coloraos!
Francisco Javier y David Márquez Mateos
Los duendes coloraos, 2012