Mirad al pobre hombre
que va llorando de esquina en esquina,
a todo el que lo nombre
le contará por qué cayó en la ruina.
Dirá que fue una zorra
que lo dejó en la calle y sin un duro,
él que tanto a trabajado
tanto se ha sacrificado
para que sus hijos tuvieran futuro.
Ay, mi pobre, pobrecito,
ya no te esperabas a tus treinta y cinco
que tu vida resuelta
se apague de un soplido.
Con trabajo, buen oficio,
pádel, pesca y los colegas
enseñaste a tus hijos
a respetar tu siesta.
Y por una extraña magia
las tareas de casa
siempre estaban hechas,
no te han quitado a tus hijos,
sólo has perdido tu comodidad.
Jamás limpiaste un váter,
ni cierros, ni ventanas,
jamás nadie te vio
con tus niños en los brazos
esperando al pediatra.
Acaso organizaste alguna vez su cumpleaños,
jamás ahogaste un grito
que pueda hacerles daño.
Y mientras a tu lado
alguien se iba cansando
y ni cuenta te dabas,
alguien que no iba a aguantar
teniendo que cargar
con otro niño en casa.
No vengas con tus lamentos
porque aquí no hay zorras, ni lobos ni cuentos.
La zorra es una madre
que tuvo que tirar
palante y sin contar
con quien no supo ser un padre.
Francisco Javier Díaz Quintana
‘El paseíto’ – 2024