La calle Villegas destapará muchos recuerdos de don Enrique, quien no podrá reprimir su emoción cuando el sol y la sal de su tierra den marcha atrás en el tiempo, cuando murió su madre. Él tenía ocho años. Su padre no podía parar en el pueblo, pues sufría la persecución del franquismo por su condición de republicano, por defender la legalidad vigente. Así que el niño Enrique fue criado en la Casa de Cuna, “solo y con la ayuda de mi abuela Angustias”, hasta que su padre fue a buscarlo. Villegas ya conocía los secretos del compás. Preparaba su retorno al futuro. Como los amigos y familiares del autor, que se organizan para vivir la excursión del Año Villegas, la procesión que va por dentro, el pasodoble más hermoso del mundo, una tiraíta para no olvidar. “Me van a hacer llorar”, avisa. A sus ochenta y seis tacos, con la memoria casi intacta y una forma muy especial de sentir y querer los días, acaso consciente de que lo importante es el camino, Villegas da gracias a la vida.
Fuente: Diario de Cádiz