En pleno siglo
ya veintiuno
no es oportuno
que una mujer
sea coronada
como una diosa
y que nerviosa
haga el papel.
“Las gracias, quiero dar las gracias
primero que nada a toda mi familia
que me han apoyado y siendo sincera
también dar las gracias a mis compañeras”
no seas más falsa.
Que esa tu corona
no representa más
que el sueño vanidoso
de una niña mona
para que dentro del típico exorno
siete mujeres sirvan de adorno.
Si la mujer quiere en los carnavales
ser algo más de lo que siempre fue
le ha llegado ya la hora de soltar amarras.
Que en su comparsa y en su chirigota
nunca haya nadie que no sea mujer
y que cargue con la caja, el bombo y la guitarra.
Que nadie escriba por ella,
ni la musiquen por nada
que las canciones más bellas
son las que salen del alma.
Que la mujer al cantar
al igual que al besar
necesita sentirse
dueña de sus sentimientos
dueña de su libertad
y dueña de lo que dice
para nunca arrepentirse
de seguir a nuestra sombra
la eterna sombra que la arrincona
como persona y como mujer.
Venga mujer gaditana
que ha llegado ya el momento
tú ve mordiendo de la manzana
que aquí el paraíso es el carnaval
y de este paraíso nadie te echará
aunque muerdas del árbol que te de la gana.
Juan Carlos Aragón
‘La guayabera’ – 2016