“En la farmacia he llegado a firmar autógrafos en cajas de aspirinas”

por El Pater

“Dejo el Carnaval porque ha llegado un momento en el que se ha convertido en una obligación más que una distracción”

EL Carnaval contemporáneo es difícil de entender sin la figura de uno de sus más ilustres chirigoteros, cabeza visible de una histórica agrupación que ha decidido acabar con una trayectoria de más de 30 años. Estamos ante un referente de la fiesta gaditana, poseedor de una inigualable vis cómica.

-¿Llegó el final o será sólo un paréntesis?

-Más bien el final. Para el Concurso del Falla. Ahora tengo ganas de hacer algo para la calle. Sin presión. Para reírse. Porque la línea buena de nosotros era la de ‘Los juancojones’. Hacer humor desde el principio hasta el final. Pero no pudimos seguirla. Entre otras cosas, porque nunca hemos tenido continuidad con los autores.

-¿Qué razones le lleva a dejar el Carnaval?

-Esto ya no merece la pena en muchos sentidos. Es una paliza. El último año ha sido el remate por mis turnos. Ensayaba solo en el trabajo, como los locos. Llegó el momento en el que esto era una obligación en lugar de una distracción. Ya iba a disgusto a ensayar. Ni me divertía con mi gente ni en el escenario ni en los ensayos.

-También el desgaste, después de tantos años, es normal, ¿no?

-Claro. Cada vez mayores, con más obligaciones familiares…

-Se nos rompió el amor de tanto usarlo. ¿Pero de mal rollo?

-Sí, esa es la frase que le pega a esto. Y no, de mal rollo nunca. Cada vez era más difícil ensayar con los turnos de trabajo. Y además te digo una cosa…

-Adelante.

-Que ya está bien. Que qué más queremos después de tantos años y varios primeros premios. Es normal que nos vayamos y vengan otros. Lo he pasado muy bien, pero echo la vista atrás y me arrepiento de algunas cosas.

-¿Cómo cuáles?

-No ver crecer a mis hijas. Debería haber dedicado más tiempo a mi familia. La mayor nació con ‘Los príncipes encantados’ y la menor con ‘Una chirigota con clase’. Dos pelotazos, las niñas recién nacidas y yo todo el año montado en un autobús. Y tanto sacrificio no me ha dado una estabilidad laboral.

-Después de tantos años en el Carnaval, ¿con qué se queda?

-Ufff. Han sido muchas cosas. Hemos vivido mucho momentos buenos. De las cosas chungas ni te acuerdas. Y hemos puesto a Cádiz arriba del todo en muchos sitios. Eso no tiene precio. Eso es un orgullo.

-35 años trabajando en la farmacia habrán dado para mucho. Cuente alguna anécdota.

-Una madrugada estaba yo de guardia y entró un chaval, no muy avispado, vestido de penitente. En plena carrera oficial. Me pidió unas plantillas para estar más cómodo en el recorrido. Cogí el muestrario de plantillas de la casa Dr. Scholl que estaban alineadas de menor a mayor número. Le pregunté qué número de pie tenía y de repente se me ocurrió preguntarle de qué cofradía era, mientras yo iba pasando las plantillas una a una. Me respondió que era de la Buena Muerte. Y yo en voz alta pasando las plantillas: Borriquita, Prendimiento, La Palma, el Nazareno. El chaval me miró sorprendido. “¿Usted tiene plantillas para cada cofradía?”, me preguntó. Le dije que así era. Le di las plantillas y se fue convencido de que tenía plantillas para cada hermandad.

-¡Otra, otra, otra!

-Una noche estaba de guardia. El torno de la farmacia para atender fuera de horario da a la calle Montañés. Llamaron al timbre a la una y pico. No veía a nadie, sólo una mano que metía la receta en el cajón. Pensé que era un tío bajito. Al rato, lo mismo. “Oiga, que es que no llego”. Y yo pensando que había llegado a Cádiz un circo de enanos. Durante toda la madrugada le ocurría lo mismo a todos los que venían. Me llevé toda la noche mosqueado. Por la mañana acabó mi turno, eché la baraja por la puerta central, la del Palillero, y di la vuelta para Montañés para irme a casa. Estuve diez minutos riéndome. Estaba la acera de obras y había un boquete debajo del torno. Pero el caso es que nadie me dijo esa noche lo que ocurría. Simplemente que no llegaban.

-Allí iban a buscarle muchos pesados para que usted les hiciera una gracia.

-Eso me dio muchos problemas. Antena 3 para adentro con las cámaras. “Aquí está el Love”, y los tenía que echar. “Oigan, que esto es un trabajo”. Clientes que me pedían que les firmase un autógrafo en las cajas de aspirinas. Cuando entraban a ver al Love yo me daba cuenta. Cortados hasta que me decían “hay que ver lo serio que eres aquí”.

-Y no lo comprendían, claro.

-Se molestaban, pero yo no soy un payaso para nadie. Salgo en una chirigota y punto. Un gracioso de Cádiz llegó con una familia de Madrid para tirarse el pegote de que me conocía. La farmacia llena de gente. Y él haciéndome señas. Hasta que le digo “¿Qué pasa?”. Y el gachó me dice “hazte una foto con esta gente que ha venido de Madrid”. Y yo le dije que esperaran fuera a que terminara mi trabajo. El pesado este, encima, me dijo “qué malaje tienes, Love”. Ya me puso malo. Le tuve que preguntar “¿Yo a ti te conozco de algo?”. Y lo dejé planchado delante de los madrileños.

-En los últimos tiempos se han multiplicado los pesados, los frikis del Carnaval que atosigan a sus ídolos.

-Bastante. Ahora todo el mundo tiene una cámara de fotos en la mano. El móvil, claro. Y no te dejan. Yo tengo aguante, pero hay veces que no se puede ni andar por la calle en Carnaval. Los mejores son los niños pequeños. Los más pesados, los padres.

-La expectación que causa el Carnaval no se traduce en beneficios económicos para la mayoría de sus protagonistas.

-Eso ocurre. Te tratan como a un cantante famoso. A mí me han escoltado cinco policías en El Carpio porque no me dejaban tranquilo para hacerse fotos o pedir autógrafos. Pero luego, vuelta a la realidad. Al paro.

-¿Nunca echó de menos haber dado el salto al espectáculo, al mundo del humor?

-Me hubiera gustado, pero todo lo que me salió era de poco tiempo. No iba a dejar un trabajo fijo como la farmacia. Me encanta interpretar, pero no me ha llegado una buena oportunidad. Salen muchos proyectos, pero todos de promoción. Yo ya no estoy para promociones. Ya me conoce mucha gente. Por eso cuando me llaman, pregunto ¿cuánto? Más de un palo, y de los gordos, me he llevado. Ya no hago más el tonto.

-¿El sitio más raro dónde ha cantado?

-Lo más coñazo era cantar en las ferias con el ruido de los coches choques al lado. Una vez fuimos a Peralada contratados por un tío de muchos billetes. Bueno, nos recibe el hombre en el aeropuerto de Barcelona y nos lleva a un hotel de cinco estrellas. Un bastinazo. Pero lo más fuerte llegó después. Dejamos las cosas en las habitaciones y bajamos. Nos dio tres llaves de tres coches, tres Mercedes, para que nos moviésemos por allí. Yo estaba buscando la cámara oculta. Este hombre se presentaba a unas elecciones por un partido de allí y cantamos en su mitin fiesta.

-Y de los benéficos, ¿qué me dice?

-Han sido muchos. Uno de los momentos más grandes lo vivimos en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla, cuando ‘Una chirigota con clase’. A Manolo Cornejo le envió una carta una niña de ocho años que era fan de nosotros. Decía tan normal en la carta que tenía cáncer y que su ilusión era vernos. Eso fue un domingo y al día siguiente estábamos allí disfrazados. Había diez niños en Oncología. Uffff. Me tuve que meter en el baño a llorar y a maldecir a Dios. No lo entendía. Para que luego nos llamen peseteros. El Carnaval da para cuatro caprichos en los años de pelotazo. Poco más.

-¿Qué es lo más llamativo que se ha comprado usted con el dinero que ha ganado en el Carnaval?

-El Juan Sebastián Elcano. Ese es mío.

-Jajaja. No hay más preguntas.

Diario de Cádiz

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1 comentario

Antonio 5 julio, 2016 - 15:41

Fascinante y surrealista historia, como la de todos los artistas. Bueno, como suele decirse, aquí nadie está obligado pero eso no quita para reconocerle su dedicación y sus buenos momentos de humor, tan necesarios en estas sociedades de Ciudadano Cero.
Me quedo con la anécdota del Virgen del Rocío. Comparto su opinión de que en este mundo del Carnaval es injusto llamar de pesetero a alguien que se entrega cuatro meses, que pone a disposición del público letras y músicas y que casi el año entero está volcado en uno u otro sentido en la fiesta. Dicho esto, tampoco caben las generalizaciones y alguno que otro ha mordido una moneda para saber si era real.
Una cosa nada más, por favor, no emplee nunca más la palabra payaso de manera despectiva, otra cosa es que uno lo tomen o se sienta como un payaso, pero esa profesión ha conseguido que miles de niños y niñas y adultos disfrutasen de, quizas, los mejores momentos de su vida. Un abrazo.

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